El expresidente catalán Carles Puigdemont protagonizó un arriesgado regreso a España, desafiando una orden de detención vigente en su contra. Su visita relámpago a Barcelona, casi siete años después de huir del país, generó gran expectación y un despliegue policial sin precedentes.
Puigdemont, de 61 años, sorprendió a propios y extraños al aparecer en la capital catalana para pronunciar un discurso ante miles de seguidores independentistas. Su presencia coincidió con la víspera de la investidura del nuevo presidente de la Generalitat, añadiendo un elemento de tensión política al evento.
El operativo policial para capturar al político prófugo se activó inmediatamente después de su aparición pública. Sin embargo, Puigdemont logró evadir a las autoridades en una fuga que recordó a las escenas de una película de acción. Según testigos, abandonó el lugar del mitin en un vehículo que lo esperaba, iniciando así una persecución por las calles de Barcelona.
La situación se complicó aún más con la detención de un agente de los Mossos d’Esquadra, la policía autonómica catalana, sospechoso de haber colaborado en la huida del expresidente. Este hecho ha generado interrogantes sobre la coordinación entre los diferentes cuerpos policiales y la lealtad de algunos efectivos.
El paso fugaz de Puigdemont por territorio español ha reavivado el debate sobre el conflicto catalán y la situación legal del exmandatario. Mientras sus partidarios celebran su audacia, sus detractores critican la incapacidad de las autoridades para ejecutar la orden judicial pendiente.
La visita de Puigdemont, aunque breve, ha demostrado que el proceso independentista catalán sigue siendo un tema candente en la política española. El expresidente continúa enfrentando cargos por malversación y desobediencia relacionados con el referéndum ilegal de 2017, que desencadenó una crisis constitucional sin precedentes en la historia reciente de España.
