La Casa Blanca procura mejores garantías para la elección presidencial del 28 de julio en Venezuela, mientras Miraflores exige resolver pronto temas como las sanciones económicas impuestas por la administración Biden, en caso de que haya cambios en la política interna de EEUU, según expertos.
Los gobiernos de Estados Unidos y Venezuela reanudaron esta semana su diálogo directo para atender “asuntos pendientes” de ambas administraciones, ante la posibilidad de que haya cambios en las dinámicas políticas internas de cada país tras las cercanas elecciones, según expertos.
Delegados de alto nivel de los gobiernos de ambas naciones se reunieron el miércoles de forma virtual y acordaron trabajar para “ganar confianza” y “mejorar” las relaciones bilaterales, de acuerdo con funcionarios venezolanos.
Jorge Rodríguez, presidente del Parlamento venezolano, y Héctor Rodríguez, gobernador del estado Miranda y dirigente del chavismo, afirmaron que el encuentro sirvió además para que las partes acordaran “mantener las comunicaciones de manera respetuosa y constructiva”.
La conversación ocurrió un día antes del inicio oficial de la campaña electoral presidencial que se realizará en Venezuela el próximo domingo 28 de julio, donde Maduro aspira a la reelección frente al candidato opositor Edmundo González Urrutia, favorito en la intención de voto, según encuestas recientes de firmas privadas como Delphos.
El reinicio de las conversaciones será útil para retomar la agenda acordada en una reunión privada entre delegados de ambos países hace un año en Doha, Qatar, afirmó Maduro.
Luego de esas negociaciones, el chavismo y la oposición firmaron un acuerdo político en Barbados, al tiempo que Caracas y Washington intercambiaron prisioneros, entre ellos una decena de norteamericanos y Alex Saab, empresario colombiano acusado de corrupción, que hoy preside el Centro Internacional de Inversión Productiva del gobierno chavista.
Geoff Ramsey, analista sobre políticas hacia América Latina del centro de pensamiento estadounidense The Atlantic Council, comentó a la Voz de América que la agenda abordada por los delegados de ambos gobiernos probablemente incluyó asuntos como las garantías del proceso electoral del 28 de julio y las sanciones económicas a Venezuela.
“Maduro quiere dos cosas: el levantamiento de las sanciones y reconocimiento diplomático. La pregunta es cuánto está dispuesto a arriesgar para conseguirlos”, indicó.
Ramsey estima que los temas cruciales sobre la mesa de negociaciones directas entre EEUU y Venezuela son aquellos en los que no se han avanzado, como las liberaciones de presos políticos, la aceptación de vuelos de deportaciones desde territorio estadounidense, el levantamiento total de las sanciones y garantías en torno a las elecciones.
“El problema es que el 28 de julio está a la vuelta de la esquina, por lo que, a menos que se fije una nueva fecha para las elecciones, es difícil imaginar que las condiciones electorales mejoren mucho”, añade el analista.
Lo más importante que Maduro puede ofrecer en este momento es una garantía de que Edmundo González y su partido podrán aparecer en la boleta el 28 de julio, indica.
El que Maduro permita que la candidatura de González “avance intacta” hasta el día de la votación “es una cuestión abierta”, apunta. “A estas alturas, es difícil imaginar que Maduro realmente ponga en riesgo su control del poder, a menos que realmente crea que él y su partido tienen los votos que necesitan para ganar”.
La Casa Blanca, por su parte, tiene “un conjunto más amplio de intereses en juego”, según Ramsey. “La administración busca separar los intereses geopolíticos y energéticos más amplios en Venezuela de sus esfuerzos por promover la democracia”, advierte.
Washington, por un lado, quiere seguir presionando por una apertura democrática, pero, por el otro, también entiende que a largo plazo “no le conviene quedarse sentado” y observar cómo Venezuela se sigue acercando a Rusia y China, señala el experto.