El presidente ucraniano, Volodymyr Zelenskyy, defendió la inesperada incursión de fuerzas ucranianas en la región rusa de Kursk. En un mensaje difundido por Telegram, Zelenskyy declaró: “Rusia exportó la guerra; ahora regresa a su territorio”.
Durante su habitual discurso nocturno, el mandatario ucraniano justificó la operación como una respuesta a los constantes ataques rusos desde Kursk contra la región fronteriza ucraniana de Sumy. El jefe del Ejército ucraniano, Oleksandr Syrskyi, informó que Kiev controla aproximadamente 1.000 km² en Kursk.
La incursión, iniciada el 6 de agosto, ha logrado avanzar unos 12 km en territorio ruso, estableciendo un frente de 40 km y capturando cerca de 28 poblados, según el gobernador interino de Kursk, Alexei Smirnov. Las autoridades rusas reportan 12 civiles fallecidos, 121 heridos y la evacuación de más de 180.000 personas.
El presidente ruso Vladimir Putin calificó la acción ucraniana de “provocación” y ordenó a sus fuerzas expulsar a los invasores. Putin sugirió que la incursión busca desviar la atención de la ofensiva rusa en el Donbass y mejorar la posición negociadora de Ucrania.
Esta operación representa el mayor ataque en suelo ruso desde la Segunda Guerra Mundial, desafiando la narrativa del Kremlin sobre la normalidad de la vida en Rusia durante el conflicto. Algunos analistas ven la incursión como una táctica para desgastar a Moscú y llevar la realidad de la guerra al territorio ruso.
La respuesta internacional ha sido cautelosa. Estados Unidos, principal aliado de Ucrania, ha emitido advertencias a Rusia sobre el uso de municiones iraníes, pero ha evitado comentar sobre la posible utilización de armas estadounidenses por parte de Ucrania en esta operación.
Expertos advierten sobre posibles repercusiones, incluyendo el riesgo de que Putin use este incidente como pretexto para escalar el conflicto. La situación sigue desarrollándose, generando incertidumbre sobre sus implicaciones a largo plazo en la dinámica del conflicto ruso-ucraniano.