Tras 15 años en el poder, la primera ministra de Bangladesh, Sheikh Hasina, dejó su cargo y abandonó el país en medio de una crisis política sin precedentes. Semanas de protestas masivas, inicialmente contra un polémico sistema de cuotas en empleos públicos, escalaron hasta convertirse en un desafío general a su gobierno.
La situación se agravó cuando manifestantes irrumpieron en la residencia oficial de Hasina, un día después de que casi 100 personas perdieran la vida en enfrentamientos. El saldo total de la crisis asciende a cerca de 300 muertos y miles de detenidos desde mediados de julio.
Ante el vacío de poder, el jefe del Ejército, general Waker-uz-Zaman, anunció planes para formar un gobierno provisional y prometió investigar la represión letal que avivó la indignación popular. “Tengan fe en el Ejército, investigaremos todas las muertes y castigaremos a los responsables”, declaró, instando a la calma.
El mandato de Hasina, marcado por acusaciones de autoritarismo y deterioro de las relaciones con Occidente, terminó abruptamente. Su reciente reelección en enero, boicoteada por la oposición, había sido cuestionada internacionalmente.
La salida de la primera ministra de 76 años genera incertidumbre en un país que ya enfrentaba desafíos como el desempleo, la corrupción y el impacto del cambio climático. Bangladesh, nación de mayoría musulmana con 170 millones de habitantes, se encuentra ahora en una encrucijada política y social.
Mientras tanto, la población aguarda expectante los próximos movimientos del gobierno provisional y el desenlace de esta crisis que ha sacudido los cimientos del país surasiático.