La inmigración se ha convertido en el eje central de la campaña de Donald Trump para recuperar la Casa Blanca. El expresidente propone una estrategia agresiva que incluye deportaciones masivas, poniendo el tema en el centro del debate político y elevando su importancia más allá de la mera seguridad fronteriza.
En la reciente Convención Nacional Republicana, los carteles proclamaban “¡Deportación masiva ahora!”, respaldando la promesa de Trump de expulsar a millones de inmigrantes. Sin embargo, esta postura genera división incluso dentro del Partido Republicano.
Lauren B. Peña, activista republicana de Texas, expresó su incomodidad con la retórica de Trump, esperando que solo sea una exageración campaña. No obstante, el equipo de Trump parece tener planes concretos. En una entrevista con la revista Time, Trump sugirió utilizar la Guardia Nacional e incluso el ejército para deportar entre 15 y 20 millones de personas, una cifra que supera las estimaciones oficiales.
Esta estrategia ha empujado a los demócratas a adoptar posturas más conservadoras en el tema migratorio, priorizando la seguridad fronteriza en su discurso. Ambos partidos buscan atraer a votantes latinos, que podrían ser decisivos en estados clave.
Aunque Trump ganó el 35% del voto hispano en 2020, las encuestas muestran opiniones divididas. Peña, por ejemplo, se siente atraída por el mensaje de Trump, pero mantiene reservas sobre ciertas propuestas.
El plan de Trump, desarrollado en colaboración con Stephen Miller, incluye reactivar prohibiciones de viaje, utilizar la Guardia Nacional para arrestos masivos, y poner fin a la ciudadanía por nacimiento. Estas propuestas han generado tanto apoyo como escepticismo entre los legisladores republicanos.
En definitiva, la postura de Trump sobre inmigración está redefiniendo el panorama político, convirtiendo las elecciones en un referéndum sobre la política migratoria y desafiando las posiciones tradicionales de ambos partidos.
