Los cárteles de la droga y grupos del crimen organizado mantienen un férreo control sobre las rutas de migrantes en México, exponiendo a los viajeros irregulares a extorsiones y secuestros mientras intentan cruzar el país rumbo a Estados Unidos.
Al cruzar la frontera desde Guatemala, muchos migrantes pasan su primera noche en un lugar llamado “el gallinero”, una estructura controlada por un cártel donde deben pagar para continuar su viaje. En tanto, aunque los encuentros entre migrantes y las autoridades en la frontera entre Estados Unidos y México han disminuido, la influencia del crimen organizado sigue siendo alta, decidiendo quién avanza y quién no.
Los migrantes que logran pagar el rescate de 100 dólares para su liberación reciben un sello como comprobante de pago, mientras que aquellos que no pueden pagar son retenidos o enfrentan riesgos mayores. Desde enero hasta agosto, autoridades mexicanas han interceptado más de 150,000 migrantes solo en el sur de México, aunque se estima que este número es una fracción del flujo total.
Historias de migrantes relatan cómo, después de ser retenidos y pagar un rescate, reciben estos sellos para evitar ser detenidos de nuevo en el camino. En muchos casos, el crimen organizado y taxistas o conductores que colaboran con ellos trasladan a los migrantes a puntos de control.
Organizaciones como Fray Matías de Córdova en Tapachula han documentado que una gran proporción de migrantes llegan con estos sellos. Aquellos que no pueden pagar a veces enfrentan abusos físicos o sexuales, lo que refleja la peligrosa realidad que enfrentan los migrantes en su paso por México.