Un reciente enfrentamiento en un partido de fútbol entre equipos guatemaltecos ha reavivado las preocupaciones sobre la violencia en las canchas centroamericanas. Este incidente, ocurrido durante un decisivo encuentro entre Sacachispas y Suchitepéquez el pasado 16 de noviembre, resalta las tensiones que a menudo acompañan al deporte en la región.
El partido, celebrado en el estadio Las Victorias, se extendió por 97 minutos y culminó con un 2-1 a favor de los visitantes. Aunque era solo el primer encuentro de una serie para definir un ascenso a la Liga Nacional de Guatemala, las emociones desbordaron desde temprano. A los 13 minutos, el técnico del Sacachispas, Mario Calero, fue amonestado por protestar airadamente. Poco después, los árbitros enfrentaron un ambiente hostil, con insultos y objetos arrojados desde las gradas hacia el banquillo del equipo visitante.
La afición local, frustrada por decisiones arbitrales percibidas como desfavorables, incrementó la tensión. Episodios como este no son nuevos en el fútbol centroamericano. “En los años 70 y 80, era común ver trifulcas en los estadios, incluso con botellas y piedras arrojadas hacia jugadores o aficionados rivales”, explica Carlos Vides, periodista deportivo con más de dos décadas de experiencia en la región.
Afortunadamente, la rápida intervención de la policía y seguridad privada evitó una batalla campal. No obstante, este suceso refuerza la necesidad de abordar con urgencia la seguridad en los eventos deportivos, donde la pasión por el fútbol a veces supera los límites del juego limpio.