Los monitores continuos de glucosa (MCG) —pequeños parches que registran las variaciones de azúcar en la sangre durante las 24 horas— están ganando popularidad como herramienta para mejorar el cuidado personal. El secretario de Salud de Estados Unidos, Robert F. Kennedy Jr., destacó recientemente ante legisladores que este tipo de tecnología podría ayudar a que más personas “tomen el control de su propia salud”.
Estos dispositivos, del tamaño aproximado de una moneda de 25 centavos, rastrean los cambios de glucosa y envían la información a un teléfono o monitor portátil. Para quienes viven con diabetes, representan un recurso vital que puede prevenir complicaciones graves como enfermedades cardíacas, renales o pérdida de visión.
Sin embargo, especialistas advierten que no existe suficiente evidencia de que el uso de estos monitores beneficie a personas con niveles normales de glucosa. El endocrinólogo Jody Dushay, del Centro Médico Beth Israel Deaconess, señala que, en individuos sanos, el páncreas regula de forma natural la glucosa gracias a hormonas como la insulina.
En personas sin diabetes, los aumentos y descensos en los niveles de azúcar después de comer o hacer ejercicio son completamente normales. Por ello, un MCG podría llevar a interpretaciones erróneas de datos que en realidad son parte de un funcionamiento saludable del organismo.
¿Cómo funcionan?
El monitor se coloca en la parte superior del brazo o el abdomen mediante una pequeña aguja que introduce un sensor bajo la piel. Este detecta la glucosa presente en el líquido intersticial y envía datos cada pocos minutos a una aplicación móvil o a un lector portátil.
La información permite observar cómo los alimentos o la actividad física afectan los niveles de azúcar en tiempo real. Por ejemplo, tras consumir carbohidratos, es normal que la glucosa suba, alcance un pico y luego baje progresivamente.
¿Quiénes pueden beneficiarse más?
Estos dispositivos han demostrado ser eficaces para personas con diabetes o en riesgo de desarrollarla, como quienes tienen obesidad, prediabetes, antecedentes de diabetes gestacional o familiares directos con la enfermedad. En estos casos, el seguimiento puede ayudar a tomar decisiones más informadas sobre alimentación y estilo de vida, siempre con la supervisión de un profesional de la salud.
