Han pasado dos años desde el devastador terremoto de magnitud 7,8 que sacudió el sur de Turquía en febrero de 2023, dejando más de 53.000 víctimas fatales y una crisis humanitaria sin precedentes. Aunque el tiempo avanza, miles de familias continúan lidiando con las secuelas del desastre.
Supervivencia entre ruinas y desafíos económicos
Omer Aydin, un padre soltero y electricista de 51 años, es uno de los tantos sobrevivientes que aún enfrenta las dificultades del día a día. Vive junto a sus tres hijos y su madre en una vivienda temporal en Iskenderun, en la provincia de Hatay, una de las más golpeadas por el sismo.
“La imagen de los edificios derrumbándose y los gritos pidiendo ayuda siguen persiguiéndome”, comparte Aydin, quien ha tenido que adaptarse a una realidad donde la escasez de empleo y el alto costo de vida agravan aún más su situación. Su hijo mayor, en tratamiento contra el cáncer, debe viajar regularmente a Adana, lo que representa un gasto adicional difícil de costear con la pensión estatal que recibe.
A pesar de los esfuerzos del gobierno por entregar nuevas viviendas, muchos temen no poder afrontar los costos de vida una vez que sean reubicados. “¿Cómo voy a amueblar una casa si apenas tengo para lo básico?”, se pregunta Aydin con incertidumbre.
La lucha por reconstruir una vida
Songul Erol, madre de dos niñas, también ha tenido que adaptarse a una nueva realidad tras perder su hogar en Samandag. Durante meses vivió en tiendas de campaña y en un contenedor habilitado como vivienda. Con apoyo de la Media Luna Roja turca, pudo reabrir su negocio de venta de equipos para pescadores y cazadores.
Aún con miedo de que la tragedia se repita, tiene claro su mayor anhelo: “Solo quiero una casa de un piso, lejos de los edificios de apartamentos”.
Un camino de reconstrucción aún largo
Aunque el gobierno turco ha anunciado avances en la construcción de más de 450.000 viviendas y espacios de trabajo, organizaciones humanitarias advierten que la recuperación sigue siendo una tarea titánica. Según la Federación Internacional de la Cruz Roja y la Media Luna Roja, casi medio millón de personas siguen viviendo en alojamientos temporales, con la esperanza de un futuro más estable.
Las heridas del terremoto no solo se reflejan en las estructuras aún en ruinas, sino también en las emociones de quienes vivieron el desastre. Para muchos sobrevivientes, la lucha sigue, marcada por la resiliencia y la incertidumbre sobre lo que les depara el mañana.
