La isla francesa de Mayotte enfrenta una crisis humanitaria tras el devastador paso del ciclón Chido, el más letal en casi un siglo. Con vientos que superaron los 220 km/h, el ciclón destruyó barrios enteros, dejando a miles de personas sin acceso a agua potable, alimentos o refugio.
A pesar de los esfuerzos de las autoridades, los residentes expresan su impotencia mientras buscan desesperadamente recursos básicos. Los servicios de telecomunicaciones permanecen interrumpidos, complicando la coordinación de la ayuda. Hasta los centros de salud, considerados estructuras sólidas, sufrieron daños significativos.
El presidente francés, Emmanuel Macron, llegará a la isla para supervisar la distribución de ayuda, que incluye 180 toneladas de suministros esenciales. Mientras tanto, un hospital de campaña comenzará a operar la próxima semana, intentando suplir las necesidades de las más de 1,500 personas heridas, entre ellas más de 200 en estado crítico.
Mayotte, el territorio más pobre de Francia, enfrenta también el riesgo de un brote de cólera debido al consumo de agua contaminada, advirtió la ministra de Salud, Geneviève Darrieussecq. La distribución de agua potable comenzó con 23 toneladas enviadas, aunque el sistema hídrico opera solo al 50% de su capacidad.
Desde la isla vecina de La Reunión, familiares y voluntarios organizan donaciones para enviar a los damnificados. Sin embargo, muchos lamentan las dificultades para contactar a sus seres queridos y las limitaciones en la asistencia proporcionada.
En un programa televisivo, la Fundación de Francia recaudó 5 millones de euros para la isla. Sin embargo, la magnitud del desastre evidencia un histórico reclamo de los habitantes: una mayor atención y acción por parte del gobierno francés.