En los últimos meses, la incertidumbre y las declaraciones polémicas sobre la inmigración en Estados Unidos han llevado a algunos inmigrantes a tomar decisiones difíciles, incluso abandonar el país de manera voluntaria. Este fenómeno, conocido como “autodeportación”, está cobrando relevancia como una respuesta a las crecientes tensiones sociales y políticas.
Un ejemplo significativo es el de Michel Bérrios, una joven nicaragüense que lideró un movimiento estudiantil en su país natal. Aunque estaba legalmente en Estados Unidos gracias a un permiso temporal otorgado bajo la administración Biden, decidió marcharse a Irlanda antes de que Donald Trump asumiera nuevamente el cargo presidencial. Las declaraciones hostiles durante la campaña electoral despertaron en ella recuerdos dolorosos de persecución y miedo vividos en Nicaragua.
Bérrios, quien residía en California y trabajaba en un taller mecánico, compartió que los comentarios antiinmigrantes en su entorno laboral aumentaron su incomodidad. A pesar de estar en una situación legal, temía el impacto de las políticas migratorias futuras. “La incertidumbre vuelve”, expresó, rememorando los años en que debió esconderse en su país para evitar la represión del régimen de Daniel Ortega.
Esta situación no es única. Miles de personas en Estados Unidos con permisos temporales enfrentan preocupaciones similares. Según datos recientes, cerca de 1 millón de personas tienen Estatus de Protección Temporal (TPS) y otras 500,000 poseen permisos humanitarios otorgados a solicitantes de asilo de países como Cuba, Haití, Nicaragua y Venezuela. Las declaraciones de Trump sobre la intención de poner fin a estos programas han generado un clima de inseguridad entre las comunidades inmigrantes.
La decisión de Bérrios de mudarse a Irlanda refleja su búsqueda de estabilidad y oportunidades. Irlanda, con sistemas de asilo más ágiles y una percepción positiva hacia los inmigrantes, se convirtió en su destino ideal. Al llegar al aeropuerto de Dublín, inició su solicitud de protección humanitaria y actualmente vive en un alojamiento proporcionado por el gobierno irlandés, compartiendo espacio con mujeres de Somalia, Egipto y Pakistán.
Aunque el camino no ha sido fácil, Bérrios ve su decisión como un sacrificio necesario para garantizar su bienestar y futuro. Ahora espera inscribirse en la escuela y recibir su permiso de trabajo mientras avanza su proceso de asilo. Su historia destaca la resiliencia y valentía de quienes enfrentan desafíos migratorios en busca de un lugar donde puedan construir una vida en paz.
