El Centro de Atención Integral (CAI) de Médicos Sin Fronteras en Ciudad de México se ha convertido en un refugio para migrantes que han sufrido violencia extrema durante su travesía hacia Estados Unidos. Entre las historias más desgarradoras están las de personas que enfrentan violaciones, secuestros y ataques físicos brutales.
Una madre venezolana de 30 años es un ejemplo de esto. Tras atravesar el peligroso Tapón del Darién junto a su familia, creía haber superado lo peor. Sin embargo, la violencia la alcanzó cuando un grupo armado la atacó en plena selva panameña, separando a las mujeres de los hombres y cometiendo actos atroces. “Intenté desconectar para sobrevivir”, relató.
Este es solo uno de los más de 700 casos atendidos en el CAI, donde el personal trabaja intensamente para estabilizar a las víctimas en un entorno seguro. Ramón Márquez, coordinador del centro, destaca que las heridas no son solo físicas, sino también emocionales, y suelen acompañar a las víctimas durante toda su vida.
Atención Integral y Apoyo Psicológico
El CAI no solo ofrece tratamiento médico y psicológico, sino que también brinda apoyo en alojamiento, alimentación y trámites migratorios. Además, se han desarrollado modalidades de atención híbrida y remota para que los pacientes puedan continuar su tratamiento aunque deban seguir su camino.
La violencia contra los migrantes en México está en aumento, según organizaciones como REDODEM, que reportan más casos de personas con heridas visibles en brazos, cuello y rostro. Esto es especialmente preocupante para mujeres y niños, quienes son más vulnerables a ataques extremos.
Un migrante trans venezolano contó cómo fue secuestrado al responder a un anuncio de empleo. Durante dos días estuvo atado de pies y manos, temiendo por su vida. “Mi intención era trabajar, no que me mataran”, dijo.
A pesar de los horrores vividos, el CAI representa un rayo de esperanza. Para muchas víctimas, es el primer paso hacia la recuperación, aunque el trauma persista.