El panorama del crimen organizado en México podría experimentar un giro significativo tras la reciente liberación de Osiel Cárdenas, una figura emblemática en la historia del narcotráfico del país. Cárdenas, quien fuera el cerebro detrás del infame Cártel del Golfo y cofundador de Los Zetas, ha concluido su sentencia de 25 años en una prisión estadounidense.
El viernes pasado, la Oficina Federal de Prisiones de Estados Unidos (BOP) confirmó que Cárdenas fue puesto en libertad y transferido a la custodia del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE). Este movimiento marca el fin de su encarcelamiento, pero deja en el aire su futuro inmediato, ya que no está claro si será deportado a México o permanecerá en territorio estadounidense bajo supervisión migratoria.
La trayectoria criminal de Cárdenas es tristemente célebre. Durante su liderazgo en el Cártel del Golfo a principios de los 2000, revolucionó las tácticas del narcotráfico en México, introduciendo un nivel de violencia sin precedentes. La creación de Los Zetas, un grupo paramilitar formado por exmilitares de élite, marcó un antes y un después en la guerra contra el narcotráfico.
Leo Silva, exagente de la DEA que combatió a Los Zetas en México, atribuye a Cárdenas la responsabilidad directa del aumento dramático de la violencia en el país durante las últimas dos décadas. “Osiel desencadenó una nueva era del crimen organizado, instaurando una mentalidad de terror en la población”, afirmó Silva.
La captura de Cárdenas en 2003, tras un intenso tiroteo, y su posterior extradición a Estados Unidos en 2007, parecían haber puesto fin a su reinado de terror. Sin embargo, el legado de violencia que dejó continuó expandiéndose, con Los Zetas separándose eventualmente del Cártel del Golfo para convertirse en una de las organizaciones criminales más temidas de México.
Actualmente, Cárdenas se encuentra en un centro de detención migratoria en Estados Unidos, según fuentes del gobierno mexicano. Su liberación plantea interrogantes sobre el impacto que podría tener en el panorama actual del crimen organizado en México, donde aún enfrenta cargos pendientes.
La historia de Osiel Cárdenas sirve como un sombrío recordatorio de cómo la ambición y la brutalidad de un solo individuo pueden transformar radicalmente el paisaje criminal de una nación, dejando cicatrices que persisten mucho después de que el autor haya sido apartado de la escena.