Este miércoles, un intenso aguacero sorprendió a Bogotá, causando severas inundaciones en varias zonas del norte y noroeste de la ciudad. Las precipitaciones anegaron calles y avenidas, sumergiendo vehículos y autobuses escolares, lo que generó un caos vial en distintos puntos y complicó el transporte público, especialmente en el sistema Transmilenio.
Carlos Fernando Galán, alcalde de Bogotá, informó a través de su cuenta en X que las lluvias provocaron al menos 26 emergencias en la ciudad, siendo Usaquén, Suba y Ciudad Bolívar las localidades más afectadas. En redes sociales, se observaron imágenes de la Autopista Norte y otras avenidas donde el agua cubría hasta la mitad de los automóviles.
El tráfico colapsó durante varias horas, y los conductores optaron por abandonar sus vehículos atrapados en extensos embotellamientos. La situación también afectó a miles de usuarios de Transmilenio, quienes tuvieron que esperar en estaciones abarrotadas ante la limitada disponibilidad de buses.
Ante esta emergencia, la Alcaldía de Bogotá desplegó equipos de bomberos que trabajaron durante toda la noche para mitigar las inundaciones, especialmente en la Autopista Norte. Entre los esfuerzos de rescate, lograron evacuar a 40 estudiantes de un bus escolar del Colegio Colombo Británico y a otros pasajeros atrapados en vehículos.
El alcalde Galán visitó las zonas afectadas y expresó su preocupación por la magnitud de las inundaciones, que han comprometido tanto la movilidad como la seguridad de los ciudadanos en áreas particularmente afectadas.
Guillermo Escobar, director del Idiger, señaló que las lluvias de la jornada acumularon hasta 100 milímetros de agua en apenas cuatro horas, ocasionando deslizamientos en algunos sectores, aunque sin causar víctimas.
Este fenómeno se suma a otros eventos lluviosos recientes en la ciudad, que contrastan con el racionamiento de agua potable que Bogotá enfrenta desde abril debido al descenso en los niveles de los embalses, afectación causada por el fenómeno de El Niño.
Esta situación refleja la vulnerabilidad de Bogotá frente a eventos climáticos extremos, donde intensas lluvias y la escasez de agua crean una situación crítica en términos de infraestructura y gestión de recursos.