En Colombia, más de 50,000 armas incautadas a grupos ilegales han sido fundidas este año, un proceso que busca dar un nuevo propósito a elementos que alguna vez causaron violencia y destrucción. Desde pistolas hasta fusiles y lanzagranadas, el armamento se transformó en materiales metálicos esenciales para construir puentes, viviendas, escuelas y plantas de tratamiento de agua.
“Estas armas, antes símbolo de dolor, ahora representan esperanza como acero y varillas que contribuyen al desarrollo del país”, declaró el general Hugo López Barreto, jefe del Estado Mayor Conjunto de las fuerzas militares, durante la jornada de fundición.
El procedimiento tuvo lugar en Nobsa, en la planta siderúrgica de Acerías PazDelRío, donde el armamento fue trasladado en tren desde Bogotá, bajo estricta custodia militar. Antes de ser fundidas en un horno eléctrico, las armas fueron catalogadas, dispuestas en una mesa y bendecidas en un acto simbólico por un sacerdote católico.
Desde 1992, Colombia ha destruido más de 670,000 armas de fuego, siguiendo un procedimiento legal que busca evitar que estos elementos regresen a manos de actores ilegales. En julio de este año, campesinos de la región recibieron 200 kits de herramientas agrícolas elaboradas con el material proveniente de armas fundidas, un ejemplo claro de transformación y reconciliación.
Aunque el país firmó un acuerdo de paz con las FARC en 2016, grupos armados y disidencias continúan disputándose territorios y economías ilegales. Este programa representa un esfuerzo concreto por convertir instrumentos de conflicto en herramientas de progreso.